jueves, 23 de agosto de 2012

Setenta años después de la batalla de Stalingrado, la ciudad sigue viviendo en la historia


Volgogrado (Rusia), 23 ago (dpa) – La guerra sigue dominando Stalingrado. La ciudad de millones de habitantes se llama desde hace tiempo Volgogrado, rindiendo homenaje al río Volga, pero el recuerdo de la batalla más sangrienta de la Segunda Guerra Mundial sigue siendo omnipresente. Hace 70 años comenzó la carnicería entre el Ejército Rojo y las tropas alemanas, cuando el 25 de agosto el dictador soviético Josef Stalin impuso el estado de sitio sobre la ciudad, que llevó su nombre hasta 1961.

En la ciudad del sur de Rusia apenas se encuentran monumentos que no estén relacionados con los asesinatos, que se prolongaron durante meses y, según las estimaciones, costaron la vida a más de 700.000 soldados y civiles.

“El recuerdo es lo más importante que tiene la ciudad”, explica Alexei Wassin, director del Museo de la Batalla de Stalingrado. La victoria de las tropas soviéticas sobre el VI Ejército del mariscal de campo Friedrich Paulus fue posiblemente el punto de inflexión de la guerra.

A un tiro de piedra del Volga, el museo, de formas redondas, parece un OVNI. Uno de los principales objetos expuestos es un gran dibujo panorámico, mostrado en la planta alta, que muestra los acontecimientos en un sólo día de batalla. “La batalla es nuestro orgullo nacional”, apunta Wassin. “Con el paso del tiempo su significado se dotó de un carácter sagrado”, agrega.

Es algo que también los más pequeños deben aprender lo más pronto posible. Así, clases completas discurren respetuosas por las salas que contienen armas, banderas y documentos. Pero también hay muchos aspectos que quedan en el olvido. Como el sufrimiento de los civiles que provocó la obsesiva lucha.

A tres kilómetros del centro de la ciudad, frente al estadio de fútbol venido a menos, se encuentra el símbolo de la ciudad. La estatua “Madre patria”, situada en la colina Mamajev, blande su espada sobre su cabeza a 85 metros. A sus píes, en una sala conmemorativa, figuran los nombres de los miles de caídos. Cuatro soldados de uniforme custodian inmóviles la llama eterna.

“El principal grupo de turistas lo constituyen los alemanes, por ejemplo veteranos (de guerra) y sus familiares”, explica Wassin. Cada año visitan su museo más de dos millones de personas. Y Wassin no deja de recopilar nuevos objetos para la exposición, ya que los investigadores siguen encontrando huesos, munición o condecoraciones en la zona que rodea la ciudad.

“Honor a los defensores de Stalingrado”, puede leerse en muchas placas distribuidas por Volgogrado, mil kilómetros al sur de Moscú. Casi en cada esquina hay vallas publicitarias con veteranos con el pecho lleno de condecoraciones o fotos en blanco y negro en las que un miembro del Ejército Rojo protege a una mujer y sus hijos. En Volgogrado todavía viven 5.500 veteranos, entre los que también están contemplados los supervivientes civiles. Entre los viejos luchadores, muchos se quejan de las bajas jubilaciones e indignas condiciones de vida.

Prácticamente cada calle de la ciudad respira historia, ya desde sus nombres. En la Avenida de los soldados caídos, un obelisco recuerda a los fallecidos. Ante él crepita una llama eterna, en torno a la cual se reúnen sobre todo los comunistas. En la esquina, con una barrera antitanque a sus puertas, el Hotel Viejo Stalingrado aguarda a sus huéspedes.

Pero no a todos los habitantes de Volgogrado les gusta el continuo recuerdo de la guerra. “Si siempre vivimos en el pasado, nunca llegaremos al futuro”, apunta Julia, de 30 años. La joven recorre su ciudad natal con su cámara. “Yo fotografío a los vivos, ése es nuestro capital”.

Por Benedikt von Imhoff

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